miércoles, 30 de julio de 2008

Doomsday


Doomsday me devolvió a mi niñez, cuando la cartelera se plagaba de aquellas películas italianas, que solía distribuir José Frade, que imitaban los grandes éxitos del momento y que eran anunciadas con espectaculares carteles. Películas entre las que se encuentran auténticas obras de culto como Los guerreros del Bronx, She, Los nuevos bárbaros, Nueva York bajo el terror de los zombies o Ator el poderoso. Neil Marshall, sin duda, conoce perfectamente esta tradición maravillosa a la que rinde homenaje con algo más de presupuesto (tampoco excesivo). Así las cosas, Doomsday no es una película original (ni falta que hace) sino un popurrí de lugares comunes de los diversos subgenéros que Marshall entrecruza con habilidad. Mientras disfrutaba de ella, el pasado martes, en el cine Cervantes, cada plano me recordaba a películas que todos hemos visto: desde 1997: rescate en Nueva York hasta Amanecer de los muertos pasando por Mad Max 2. Pero, insisto, la película rezuma, sobre todo, el nostálgico sabor del fantástico a la italiana que tan popular fue a finales de los setenta y principios de los 80 (y que quizás no hemos visto todos).

Es posible que Doomsday no esté a la altura de The descendt (la película anterior de Marshall), pero da la sensación de ser un proyecto abordado con gran cariño, como esos momentos en los que evocamos aquellas experiencias que nos fueron muy gratas, y que la memoria tiende a mejorar. Así las cosas, la película se antoja sucesión de bellos recuerdos cinéfilos, hermoseados a través de las técnicas cinematográficas del siglo XXI, pero, sobre todo, a través del sentido homenaje y la devoción por el fantástico.

martes, 29 de julio de 2008

Mientras la ciudad duerme


Las vacaciones estivales están plagadas de esos lánguidos momentos en los que la mayoría de españoles tienen a bien echar la siesta. No me incluyo en tan selecto grupo en tanto en cuanto no soy muy dado al dormir, prefiero más la vigilia. Así las cosas, quienes no tenemos a bien viajar al paraíso de Orfeo, hemos de ingeniárnoslas para disfrutar de esas horas mágicas en las que, quizás debido al intenso calor, el común de los mortales se entrega al sueño. La lectura es una posibilidad, pero tengo que confesar (aunque sin arrepentimiento) que, durante la vacaciones peñiscolanas, me dediqué a atormentar zombies, entre otras cosas. Qué se le va a hacer, el videojuego es una maravillosa realidad paralela que me satisface más que el amodorramiento siesteril. Mi Xbox 360 (que la Play3 todavía está muy cara) es mi fiel compañera de viaje. Debido a mi afición por los muertos vivientes decidí comprarla: Dead rising, juego exclusivo del aparatito de Microsoft, es puro George Romero, aunque en la portada del juego, por evitar demandas, insistan en el hecho de que nada tiene que ver con Dawn of the dead (ja, ja, ja). Lo de estar en un centro comercial infestado (literalmente) de cadáveres andantes con una motosierra entre las manos es una maravillosa experiencia videojueguil que recomiendo fervientemente a todos los que seáis aficionados a este tipo de inmorales pasatiempos. Personalmente, sigo quedándome con la magistral saga de Resident evil, pero Dead rising ha sido todo un descubriendo y, aunque el juego tenga mucha más antigüedad que el reciente Alone in the dark (como la mítica primera parte, ninguna), supera con creces a éste. Lo más sorprendente de Dead rising es la incontable cantidad de personajes que aparecen en pantalla al mismo tiempo. Lo de internarse en el aparcamiento del centro comercial con una moto y tener que huir a pie, acechados por cientos de criaturas infernales, es uno de esos momentos que pone de los nervios a cualquiera (y eso que yo ya estoy curtido en lo del “survival horror”).

La única pega es que el juego, a fecha de hoy, es difícil de adquirir, aunque, si lo encontráis por fortuna en alguna tienda, os costará baratillo. ¡Una reedición ya de esta pequeña obra maestra!

A Roma no me puedo llevar la Xbox 360, pero en mi maleta ya ocupa un puesto de honor la popular novela de Manuel Loureiro: Apocalipsis Z. Seguro que durante esas horas de asueto, en el frescor del hotel, mientras la ciudad duerme, los zombies del escritor gallego amenizan mi velada. Ya lo dijo Poe: “Quien sueña de día conoce cosas que desconoce quien tan solo sueña de noche”.

jueves, 24 de julio de 2008

El camino del exceso


En Apuntes de Japón, Marc Bernabé explica que los habitantes del país del sol naciente gustan del turismo gastronómico. El japonés tiene a bien estimar el placer que le ocasiona la cocina del lugar al que viaja para quedar más o menos satisfecho. Incluso es habitual regresar a su país de origen con productos típicos de la región antes que con souvenirs para agradar a amigos y familiares. Sabio pueblo.

Lo del viaje programado y la madrugada para ver monumentos y museos no me seduce especialmente. Mis viajes vacacionales tienden a la tranquilidad. No es cuestión de revisar todos los recovecos sino de disfrutar de la vida. Así las cosas, si de Lisboa destacaría la tranquilidad de sus calles, amabilidad de sus gentes y la excelsa comida de Casa de Pasto (taberna típica sita en la calle Marques da Silva), de Roma puedo irme sin haber visto el Coliseo, pero no sin probar la pasta al “pesto”, la pizza romana y, de paso, un “capuccino” (aunque creo que tamaña bebida es típica de Sicilia).

Así las cosas, y volviendo al tema del articulillo anterior, las comidas y cenas peñiscolanas han sido de órdago. Si el adjetivo embellece al nombre, el buen yantar decora los mejores momentos. Paellicas, raciones de pulpo, fideuas y otras exquisiteces han adjetivado adecuadamente los largos paseos y los baños de arena y agua. El Mirador, El Jardín, Casa Dorotea y Vista al Mar son algunos de esos lugares, sitos en el casco histórico, que el turista no debe perderse. En la Avenida del Papa Luna recomiendo fervientemente Mr. Rabbit, aunque, a los amantes del colesterol (yo me confieso devoto) les invito a que tomen el coche y conduzcan hasta la encantadora ciudad de Vinaroz, adentrándose en la popularmente conocida como carretera de los Alemanes. Paren en el Tic-Tac y pidan, pidan, aun a riesgo de infarto. Ya lo dijo William Blake: “El camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría.”

lunes, 21 de julio de 2008

El contraste


De vuelta. Unos días en Zaragoza para descubrir, entre otras cosas, si la fortuna nos sonríe en una de esas infernales oposiciones a las que uno debe presentarse de vez en cuando. Por el momento, el asunto es tenso como película de Hitchcok, y de las más largas; pero no quiero aburrirles con devaneos laborales sino, hasta que huya a Roma, hablarles de experiencias diversas vividas en unos días de puro hedonismo en Peñíscola. Comenzaremos con el apasionante tema del “ponerse morena”, al que considero (dada mi visión distorsionada del mundo) sumamente femenino.

Lo de tomar el sol nunca ha sido de mi agrado, si bien, por cortesía hacia la dama, puedo exponer mi caucásico pellejo a los devastadores efectos de las lenguas de fuego del astro rey. Personalmente me gusta más el paraje sombrío, pero lo que se lleva es embadurnarse bien el cuerpo con potingues y tumbarse a la espera de que el buen sol nos tinte. A los que, como yo, no gusten de este tipo de torturillas y vayan a la costa con una pareja ambiciosa de moreno, les recomiendo la técnica de las dos toallas. En una, sita a la rica sombra, se colocan ustedes, y en la otra, la persona con la que compartan algo más que amistad (recuerden la maravillosa definición que daba Fernando Fernán Gómez de lo que era el amor en su Stop: novela de amor).

El tema del color cutáneo me parece sumamente interesante porque, dado que las muchachitas suelen llevar bikini, la exposición al sol ocasiona un maravilloso contraste cromático cuando deciden prescindir de ambas prendas para regocijo de nuestros ojos. ¿Qué es mejor, la uniformidad en el tono de la piel o que resplandezcan con su blancor esos pechitos y esos culitos que por pudor se cubren en públicos lugares? Yo me quedo con la segunda opción, pues es una forma de resaltar aquello que pertenece al maravilloso ámbito de lo obsceno. Ahora bien, mientras la chiquita de turno se tuesta en su toallita, pueden ustedes aprovechar la sombra para leer un libro o jugar con su consola portátil. En estos días he aprovechado para leer Brevísima relación de la destrucción de las Indias de fray Bartolomé de las Casas (una de esas lagunas que debía subsanar), Marina de Carlos Ruiz Zafón (prefiero los relatos de Clive Barker), y Sobre los deberes de mi admirado Marco Tulio Cicerón. Consola portátil todavía no tengo, pero todo se andará.

miércoles, 9 de julio de 2008

Vacaciones en Roma


Decidir el lugar al que ir de vacaciones es uno de los entretenimientos a los que uno puede dedicarse durante el largo periodo estival. Como si nos resultara pesaroso quedar en la ciudad que nos vio nacer, podemos acabar partiéndonos el cráneo por encontrar ese idílico viaje que luego narraremos a nuestras amistades con burguesa fascinación. En mi caso, encontrar destino tampoco suele costarme demasiado tiempo (en esto soy como en lo de comprar ropa, raudo como el rayo), pues lo que más grato me resulta siempre es la persona que me acompaña. A solas, puedo pasarlo francamente bien viendo mis peliculitas, leyendo mis libricos, escribiendo mis extravagantes historietas y noveluchas, jugando a mi flamante Xbox 360 (en breve caerá la PS3), leyendo algún que otro cómic, escuchando música o colgando entraditas en el blog de turno, pero ya dijo Dios que no es bueno que el hombre esté solo (e imagino que lo dijo en un sentido antropológico). Así que, dicho y hecho, este año toca emular a Gregory Peck y Audrey Hepburn en Vacaciones en Roma, aunque yo siempre he sido más devoto de la Roma de Fellini.

Cuna de la civilización latina, del Renacimiento y de la pizza, lo de Roma me apetecía (siempre que fuera bien acompañado) por darme de paso una vueltecilla por el Vaticano y por comprar la biografía de Lucio Fulci (si en algún sitio la he de encontrar…). Imagino que además de visitar el Coliseo, la Fontana de Trevi y otras lindezas, acabaré cargando la maleta con DVD de Dario Argento, Michele Soavi, Puppi Avati y otros maestros europeos del “cinema” fantástico. Ya se sabe que los que tendemos al “freakismo”…

Pero para que salga el vuelo quedan todavía largas semanas. Tras desestimar canarios y caribeños destinos, nos queda un impagable tiempo de ocio en este pedazo de piel de toro que es España. En breve, a la costa mediterránea a pasar unos días.

¡La vita è bella!

martes, 8 de julio de 2008

La llamada del fragor


¿Qué vida le espera a Ulises tras la Odisea? ¿Tras guerrear en Troya y viajar hasta Ítaca enfrentándose a Polifemo, al canto de las sirenas, a Circe? Todo héroe busca premio y reposo y, cuando lo alcanza, tras las más extraordinarias de las peripecias, el narrador decide silenciar los hechos, quizás porque son éstos de una cotidianidad pasmosa, como si su divulgación sirviera para equiparar al héroe con el resto de los mortales. ¿Acaso Ulises, en Ítaca, junto a Penélope, vio afectada su virilidad por alguna insufrible depresión fruto de la inacción? ¿Quizás su esposa, o algún amigo cercano, le mandó callar en alguna tertulia, cuando por enésima vez, añorando el sabor de la aventura, comenzó a referir sus hazañas? ¿En algún momento añoró a Circe, al ser eróticamente rechazado por su esposa, amparándose en esa manida excusa del dolor de cabeza o del cansancio?

Este tipo de reflexiones surgieron ayer de manera inesperada durante una conversación con mi amigo Miguel, una de esas personas a las que merece la pena conocer, pues siempre derrocha alegría y llana sabiduría. Miguel se gana la vida viendo pasar las horas en un cine, aunque, sagazmente, transforma esos ratos muertos en pura aventura, preparándose para opositar. Como tantos otros que hemos pasado por similar tesitura, ansía terminar su particular odisea, aunque sabe que, a posteriori, volverá a sentir la llamada del fragor. Ayer me dijo que lo mejor era siempre vivir en pleno combate y, posiblemente, tuviera razón. Cuando se llega al final del camino y se gira el rostro hacia el pasado, merece la pena saber que las líneas que conforman nuestra novela son intensas. El corazón de Ulises, antes del último latido, iluminará la noble belleza de sus acciones pretéritas, y la muerte le llegará al héroe con la satisfactoria sonrisa en el ya pálido gesto.

lunes, 7 de julio de 2008

El silencio y la victoria


El silencio del blanco papel antes de ser derrotado por la grafía. Y ese silencio abismal del espacio infinito, donde duermen las estrellas y los soles, y los dioses. El silencio eterno de la muerte, tras todo el ruido de la vida, y el silencio de la lágrima, que resbala lenta por la mejilla, tras los más dulces de los besos. El silencio de la enamorada mirada y del ojo asesino que contempla a su presa. Y luego el ruido del orgasmo y la canción del crimen. El silencio tenso de los que van a luchar, antes del fragor incontenible de la batalla, antes de ese ruido y esa furia que otorga toda victoria.

domingo, 6 de julio de 2008

No tenemos remedio


Hay quienes, como yo, no tenemos remedio, siempre acabamos volviendo a lo mismo, como el niño al que le gusta que le cuenten la misma historia antes de dormir. Da igual a quien tengamos al lado, aconsejándonos, cuando, por ejemplo, vamos a una tienda especializada a comprar cómic. Nuestros ojos siempre acaban fijándose en aquello que más nos gusta, a pesar de las advertencias de los que son más sabios. ¿A qué se deberá, por ejemplo, mi pasión por Jason Voorhees?

El otro día fui a comprar tebeos con mi amigo Fernando, que de ello entiende bastante, dispuesto a seguir sus indicaciones, pero, en cuanto vi la portada protagonizada por el asesino de la máscara de hockey, mis manos se abalanzaron sobre el ejemplar.

Gracias a Fernando (a quien conocí en el colegio, y que jamás conseguía aprobar asignatura alguna excepto la de Plástica, pues se pasaba las clases dibujando y leyendo tebeos a escondidillas) he descubierto obras impagables como Adolf, Monster o Gunm: Alita, ángel de combate. Él me ha explicado, en tertulias inolvidables, los entresijos del universo Marvel y algunos de sus encontronazos con los más grandes, pues este hombre de bien ha llegado incluso a compartir mesa con Stan Lee, Neal Adams, Esteban Maroto, Frank Miller o Fernando Ibáñez. Me sorprende que, con todo lo que sabe, Fernando no tenga su pequeño lugar en algún medio de comunicación, pero, sobre todo, me sorprende su sencillez, sinceridad y fidelidad a los amigos. A pesar de todo ello, no hubo manera. Salí de la tienda con el volumen que acaban de editar en España de Viernes 13, un ejemplar de Pesadilla en Elm Street y, ¡por fin!, el número 6 de Los muertos vivientes, la monumental obra a lo George A. Romero guionizada por el impagable Robert Kirkman y salvajemente dibujada por Charlie Adlard y Cliff Rathburn. Parece que el horror fílmico de los años 80 no solo vive un resurgir gracias a los típicos “remakes” sino que también lo hace a través de la historieta gráfica. Mientras los fans esperamos la nueva versión de Viernes 13 y el “remake” de Pesadilla, podemos consolarnos con estas curiosidades en viñeta, a todo color, muy ricas en escabrosos detalles explícitos.

Por otro lado, a quienes todavía no hayáis podido disfrutar de lo último de Romero, la magistral Diary of the dead, os recomiendo la susodicha saga de Kirkman, Adlard y Rathburn, en impactante blanco y negro.

Lo mejor vino cuando por la noche me enteré, gracias a otro amigo mío, de que han editado también el álbum de La matanza de Texas, que continúa las tropelías de la carnívora familia justo donde lo dejaba la versión cinematográfica de Marcus Nispel. Como esto siga así, Watchmen va a tener que esperar, y Fernando me acabará encorriendo con una motosierra entre las manos.

sábado, 5 de julio de 2008

Funny games


Tras unos cuantos meses dedicado a menesteres menos gratos y quizás menos fructíferos que, por ejemplo, escribir articulillos, he decidido pegarle el tiro de gracia a mi blog anterior (El Freaknéfilo) y abrir uno nuevo en este espacio cibernético: El cubil del freak. Como saben quienes leyeran mis febriles opiniones, en El Freaknéfilo me dedicaba a escribir acerca de cine, pero en este nuevo blog que comienza su andadura voy a tratar otros temas, si bien, dada mi afición, seguiré dedicando más de una línea a lo de las películas. De hecho, voy a comenzar hablando de mi visita, ayer, a los Renoirini, a ver Funny games, la nueva película de Michael Haneke, uno de mis directores europeos favoritos.

La versión anterior de esta película, de nacionalidad alemana, no se estrenó en nuestra ciudad, como viene siendo habitual. Quizás debido a la Expo y otros eventos carpetovetónicos de esos que, de golpe y plumazo, nos colocan a la vanguardia de las ciudades europeas, nos empieza a dar vergüenza lo de quedarnos a la cola y a partir de ahora vamos estrenando todo aquello que suele ofertarse en otras ciudades de nuestra amplia geografía. Pero, ¡no nos pongamos nerviosos! Poco a poco… De hecho, estuve disfrutando de esta genialidad de Haneke junto a, tan solo, una señora (y que no se llame nadie a engaño ni a perversa interpretación de lo que acabo de escribir). Al siguiente pase, mientras departía con mi amigo Sergio, acudieron los habituales de siempre (claro, quizás el resto de la ciudadanía se encontraba en lo de la Expo, aplaudiendo tomadurillas capilares como El hombre vertiente). Sí, ya sé que me dirán que la película de Haneke es prácticamente idéntica a su original alemán, pero, a pesar de ello, me sigue pareciendo mucho más innovadora y estimulante que lo que mis estupefactos ojos contemplaron en la tan cacareada exposición. ¿Todavía nadie se ha dado cuenta de la similitud que existe entre algunos de los extraños pabellones y ciertos barracones de feria? Por momentos, lo de la Expo me recordaba a una vieja atracción que había en el Tibidabo bautizada con el jugoso nombre de Tontilandia (no sé si la conocen) o la singular Casa Magnética de nuestro parque de atracciones. ¿Y qué me dicen de esa trasnochada burla dadaísta que te venden como espectáculo del Pabellón de la Sed? Y quizás sería mejor obviar lo de las Aguas Extremas, nombre de escatológicas resonancias para intento frustrado de emular el Imax o incluso el portaventurístico Sea Odyssey.

Lo dicho, yo me quedo con Haneke y sus ganas de ofender y provocar, de cuestionar y de reflexionar sobre la violencia como espectáculo a partir de los manidos códigos del mismo. Su Funny games U.S. es un perfecto film de horror extremo construido a partir de un previo e inteligente proceso deconstructivo. Quienes descubráis a Haneke tras esta su última película, no dudéis en recuperar títulos clave como Benny’s video, Código desconocido, La pianista o Caché. Mientras tanto, los mismos tontos de siempre, pues sé de buena tinta que lo están intentando, que aboguen por que retiren de cartel, dado que ha herido su sensibilidad (y no hay sensibilidad que valga más que la de ellos), la película de Haneke. Ya se sabe que los que gustamos de “pelis” violentas carecemos de humanidad, cultura y sentido de la estética, aunque quizás hagamos todo lo posible por satisfacer a ese compañero que tenemos al lado en vez de joderlo buscando nuestro beneficio personal. Existen muchos tipos de violencia, en ocasiones muy sutiles, pero hay quienes siguen y seguirán ciegos, encerrados en sí mismos, aunque siempre vivirán con la inquietud de que en cualquier momento alguien se vengue de sus ardides, penetrando despiadadamente en sus cómodos hogares.