domingo, 17 de agosto de 2008

Frontiere(s)


Hay palabras evocadoras. ¿Qué sería del ritual mágico sin la fuerza del término apropiado? Desde el más inocente espectáculo de ilusionismo hasta la más solemne liturgia religiosa necesitan de ese aliado maravilloso que es la palabra. Quizás movido por este principio me dispuse a ver el otro día una inédita película francesa bautizada en su lengua original como Frontiere(s). Imagino que la traducción de Frontiere(s) es Frontera, y desconozco el motivo por el que esa “s”, que supongo forma su plural, aparece entre paréntesis. Pero el título me atraía.

Me gustan las fronteras, pues a lo largo de nuestra vida siempre estamos atisbando las mismas, y traspasándolas… o no. Pero toda frontera parece unida a ese algo excitante de lo desconocido, de lo que hay más allá. Las fronteras parecen advertirnos de que no vayamos más allá, de que nos detengamos y, a la par, son como una irresistible invitación a descubrir lo que hay tras ellas. A lo largo de la vida, podemos quedarnos quietos, en el mismo lugar, esperando el final, o arriesgarnos a cruzar las fronteras. Toda buena película, como metáfora del intenso existir, como obra de arte inconformista, debe llevarnos al otro lado de la frontera y, en este sentido, funciona la excelente película de Xavier Gens, impactante título no apto para todos los públicos que nos sumerge en los abismos delirantes de lo abyecto, nos pasea por la cara oscura de esa cotidianeidad que tanto nos aterra abandonar, pues nos asusta aprender, conocer, vivir… Cruzar esas fronteras que nos rodean.

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